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He decidido incluir una antigua publicación mía en un nuevo blog, aprovechando mi cuenta en Blogger, para tenerlo todo recogido y ordenado, y no como en el fotolog, que andaba todo desperdigado. Tengo intención de retomar mi modesto ensayo sobre fiestas, borracheras, y alcoholismos varios, dentro de poco. Lo retomaré donde lo dejé, en la etapa 'desfase'. Por si os lo preguntáis, sí, este verano ha habido unos cuántos para tomar de referencia.
Aquí dejo el enlace: Ensayo sobre el Arte de Salir de Fiesta

lunes, 18 de agosto de 2008

Yo vi a Phelps y a Bolt en Pekín 2008

El tiempo pasa. La tierra gira. El cielo se cubre de nubes, sale el sol, llueve, nieva, hay tormentas, vientos huracanados. Los informativos muestran guerras, hambre, desgracias variadas en cantidades tales que parecen ser producidas en serie. Países que sufren, individuos que sufren mucho más. Robos, embargos, deshaucios, y diversas formas de joderse vidas enteras. Accidentes, asesinatos y demás formas de atajar al "otro lado". Las noticas continúan surgiendo, la vida sigue, y la tierra nunca para de girar, ni sobre los males que la tiñen diariamente, ni en torno a problemas más universales que la afectan a un plazo algo superior. El tiempo pasa.

Es por esto que la experiencia es un grado. Y haber presenciado más mundo que otros te convierte automáticamente en alguien digno de un respeto superior. No todo en el mundo, está claro, es mierda. Sino, ¿qué cojones hacemos aquí? Entre tragedia y tragedia presenciada en los informativos, encontramos un auténtico soplo de aire fresco cuando nos muestran la cara más increíble de la gente. El lado más sobrehumano del ser humano. La faceta más espectacular de las personas. Los Juegos Olímpicos.

Tienden los más mayores del lugar a menospreciar a los atletas contemporáneos bajo el dudoso argumento de decir que no están a la altura de los grandes mitos de las Olimpiadas. Aquellos míticos nombres de Larissa Latynina, Paavo Nurmi, Mark Spitz, Carl Lewis, Sawao Kato, Nikolai Andrianov... la mayoría de los cuáles ni siquiera nos suenan a los de mi generación (los acabo de encontrar por Internet) forman parte de la historia de los Juegos y, por qué no, de la humanidad.

Pues bien. Yo, y todos aquellos que estén siguiendo estos juegos, tenemos un motivo para estar orgullosos, si de verdad se puede considerar un orgullo ser contemporáneo de un mito. Y es que a día de hoy podemos declarar sin miedo a equivocarnos que hemos presenciado historia. Un hombre-pez, nacido en Baltimore en 1985 (muy cercano a mi generación, la del 86) ha convertido los Juegos de Pekín 2008 en una efeméride sobre sí mismo. Michael Phelps ha transportado las nostálgicas miradas sitas sobre los grandes atletas de siempre hasta la actualidad, al situarse como el deportista más laureado de la historia del evento deportivo más importante del mundo. Los 8 (sí, 8) oros conseguidos por el norteamericano en estos juegos, no sólo superan los 6 que logró en Atenas 2004, sino que le sirven para validar el reto que se había marcado (o la prensá le marcó) precisamente en la anterior cita olímpica y no pudo lograr entonces: superar los 7 oros del mítico Mark Spitz (nadador que posiblemente no sería de conocimiento general entre mi generación de no ser por el de Baltimore).

No sólo sobre el agua puede volar el ser humano. Hay deportistas que están fabricados para hacerlo sobre suelo firme. Es el caso del relámpago jamaicano Usain Bolt, el hombre más rápido del mundo. Ser capaz de realizar los 100 metros en 9,69 es sin duda algo impropio de una persona corriente. Pero hacerlo mientras aprovecha los últimos 20 metros para celebrar su victoria con los brazos en cruz y dándose un golpe en el pecho es algo indescriptible. Con esa actitud, por muchos calificada de tontería, perdió unas cuantas centésimas que le habrían valido para ser oficialmente considerado extraterrestre. Habría pulverizado realmente (bajar en 3 o 4 centésimas no es pulverizar) el anterior record del mundo, registrado por el propio Bolt este mismo año. Aún le quedan por ganar los 200, donde es aún más favorito.

Dentro de unas décadas, cuando unos nuevos Juegos Olímpicos acaparen la atención del mundo entero, y una nueva hornada de superhombres aspiren a convertirse en historia de la humanidad, yo no despreciaré sus méritos por el hecho de haber presenciado más historia. Pero podré decir con la cabeza alta, por orgullo o simple admiración: yo vi a Phelps y a Bolt en Pekín 2008.

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