Podría decir que un gran fin de semana se avecina. También podría advertir sobre las posibles consecuencias que este finde inflingirán en mi persona el domingo por la mañana, pero siempre con la certeza de haber merecido la pena. Por otro lado, también podría asegurar que la tierra tiene forma de pera y no gira, sino que baila en forma de ochos como las abejas. Y es que estos dos próximos días prometen ser tan anodinos como lo ha sido el resto de la semana, habiendo llegado al día de hoy todavía sin percatarme de cómo ni cuándo han pasado 96 horas. Y es que hay días que me meto a la cama preguntándome cuál es la misteriosa razón que me ha obligado a levantarme de ella por la mañana. Precisamente lo que me pasa los jueves cuando vuelvo de clase en el autobús y, tras 5 horas de tedio inservible, me cuestiono si ha merecido la pena siquiera pagar el billete. O como esos días de fiesta que vuelves a casa jurando y afirmando que lo más inteligente que podrías haber hecho era quedarte viendo el fútbol y jugando a la consola. De estos he tenido muchos yo (imagino que como todo hijo de vecino), obviamente con nefastas repercusiones para mi cabeza al día siguiente, pero éste no es el tema que me compete en estos momentos.
Lo que quería decir es que podría esperar que la perspectiva de un fin de semana más, sin novedades ni planes especialmente motivantes*, se transformara inesperadamente en un par de días dignos de recordar. Pero todos sabemos que eso pasa en contadas ocasiones, así que me conformaré con vivirlo sin sobresaltos y con traquilidad. De vez en cuando está bien dejarse absorver por la rutina.
Por lo pronto, hoy toca sesión doble de deporte, con una primera fase de escalada en el búlder de Sakonetas, y un partido de fútbol 7, donde poner sobre el terreno de juego todas mis habilidades y deshabilidades, de cara a confirmar mi capacidad física y mental para el importante choque del martes, donde sólo cabrá una opción: ganar. El resto está descartado en nuestras optimistas conciencias.
Y sin más ni más, voy a ir despidiéndome satisfecho por haber sido capaz de actualizar dos días seguidos, estadística que no se repetía desde comienzos del blog. Y un último comentario, a los que visitaran mi fotolog con cierta frecuencia, avisar de que estén atentos, que cualquier día cuelgo la penúltima foto, el preludio de lo que será el bombazo final y el inevitable cierre.
*Nota para Saioa, Susana, Mikel y Samu, en caso de que os hayais pasado recientemente por aquí:
No es que vuestro concierto no me resulte motivante, pero reconocereis que hay opciones más emocionantes. Sin embargo, en serio, me apetece ir.
Lo que quería decir es que podría esperar que la perspectiva de un fin de semana más, sin novedades ni planes especialmente motivantes*, se transformara inesperadamente en un par de días dignos de recordar. Pero todos sabemos que eso pasa en contadas ocasiones, así que me conformaré con vivirlo sin sobresaltos y con traquilidad. De vez en cuando está bien dejarse absorver por la rutina.
Por lo pronto, hoy toca sesión doble de deporte, con una primera fase de escalada en el búlder de Sakonetas, y un partido de fútbol 7, donde poner sobre el terreno de juego todas mis habilidades y deshabilidades, de cara a confirmar mi capacidad física y mental para el importante choque del martes, donde sólo cabrá una opción: ganar. El resto está descartado en nuestras optimistas conciencias.
Y sin más ni más, voy a ir despidiéndome satisfecho por haber sido capaz de actualizar dos días seguidos, estadística que no se repetía desde comienzos del blog. Y un último comentario, a los que visitaran mi fotolog con cierta frecuencia, avisar de que estén atentos, que cualquier día cuelgo la penúltima foto, el preludio de lo que será el bombazo final y el inevitable cierre.
*Nota para Saioa, Susana, Mikel y Samu, en caso de que os hayais pasado recientemente por aquí:
No es que vuestro concierto no me resulte motivante, pero reconocereis que hay opciones más emocionantes. Sin embargo, en serio, me apetece ir.
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