Cuando rebusco en el pasado grandes momentos festivos, los primeros que me vienen a la cabeza son los más recientes: la vez que me subí al coche de unas desconocidas (y me echaron), y propagamos por las calles aquellas trascendentes reivindicaciones (¡burkas en los sex-shops ya!) que dieron nombre a la “noche del burka”; el doblete festivo de Vitoria o el Póker de Bilbo este verano, con aquel histórico jueves de “Summers sácatela” por bandera; mención especial para las últimas paellas, día recordado curiosamente por la escasez de recuerdos que guardo; yendo un poco más atrás, tenemos el triplete de mi cumpleaños culminando con la noche del grandísimo concierto de Estopa que precedió a una magnífica borrachera; también entrará, presumo, en este apartado, este último viernes, emborronado por un incidente con un chubasquero que conoceréis los que me tengáis en el tuenti.
Los que persisten en la memoria a pesar del tiempo transcurrido merecen también ser aludidos: aquellos carnavales con un disfraz de butanero que me proporcionaba también el recipiente para los litros (de hecho era un bidón de gasolina, pero daba el pego); la noche de fiestas de Leioa que Unai y yo conocimos el scenarying en nuestras propias carnes, nunca mejor dicho pues bailamos tres cuartos de hora con el pecho al aire delante de cientos de personas; o el mítico segundo sábado de la Aste Nagusi 2007, tan redondamente culminado que su planing sirvió de molde para futuros intentos infructíferos de repetir ‘la noche perfecta’: ponernos hasta el culo de comida, sangría y licor en el buffet chino, parada en el ya inexistente Charlys para hincarnos unos chupitos de absenta, litrada y desfase en Zorrozaurre con el pedazo de concierto de Mago de Oz, y camino a las txosnak de la circu para completar hasta muy entrada la mañana, un día difícil de repetir.
El caso es que, siendo un poco más objetivos, no todas las fiestas que rememoramos nos traen buenos recuerdos (a saber, día P.O. en el Puerto Viejo, o aquel cumpleaños ‘muthafucker’ de Unai), pero algunas de las que en su día nos resultaron bochornosas, hoy las recordamos con humor: como aquella fría noche de noviembre que acabamos de portal en portal en Vitoria); o la ya inolvidable nochevieja que acabé con un diente menos de lo habitual tras recibir un puñetazo presumiblemente del primo de Dani Aranzubia (dato que no sé si llegaré a confirmar). Y el caso es que visto en perspectiva, estas noches han hecho más por nosotros que aquellas que ni siquiera evocamos aunque en su día nos parecieran cojonudas o, al menos, divertidas.
Al levantarnos (o intentarlo) el día después de una de esas noches, todos los pensamientos que vienen a nuestra mente son pesimistas, negativos, y desalentadores, pero eso es porque no nos damos cuenta de que acabamos de escribir una importante página de nuestros días de fiesta. Aún quedan muchas por ser escritas y procesadas por el arbitrario sistema de selección de nuestra memoria, pero seguro que con paciencia, buen hacer y, sobre todo, mucho alcohol (pronto nos reencontraremos amigo mío), lograremos recopilar una interesante y jugosa historia festiva que recordaremos con nostalgia dentro de, espero, muchos años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario